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sábado, 12 de enero de 2008

El ajedrez Chávez-Uribe


Pese al júbilo por la liberación de Clara Rojas y Consuelo González, los colombianos siguen viendo con recelo la mediación del presidente venezolano, “demasiado ligado” a la guerrilla

La alegría por la liberación de Clara Rojas y Consuelo González no ha opacado en Colombia el sabor agridulce que deja la intervención del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Para los ciudadanos, los políticos y el mismo gobierno, quedan dudas sobre si sus gestiones se fundamentan en interés humanitario o si hacen parte de su proyecto de revolución bolivariana.

El nombramiento de la senadora por el Partido Liberal, Piedad Córdoba, y de Chávez, como intermediadores en el tema del acuerdo humanitario, fue considerado por analistas un error fatal del presidente Álvaro Uribe.

Para ellos el cuadro es simple: Chávez aprovecha la vitrina internacional que le da el intercambio humanitario para consolidarse como un líder latinoamericano y aprovecha a las FARC como punta de lanza de su proyecto bolivariano en Colombia. La guerrilla recibe un segundo aire al tener la posibilidad de mostrarse en el exterior como un grupo beligerante y no como terroristas, calificativo que no sólo les ha dado el gobierno colombiano sino la Unión Europea, Estados Unidos y Canadá.

En el caso de Chávez son varios los puntos en contra. Darío Acevedo, historiador de la Universidad Nacional, señala que no fue conveniente buscar el respaldo de Chávez para buscarle salida a este tema pues se trata “de un personaje que no sabe de diplomacia y en un proceso como este, en el que debe primar la discreción se la jugó por un rédito político en su búsqueda de la expansión de la revolución bolivariana”.

A esto se suma la permisividad con la que Chávez ha mirado la presencia de la guerrilla en Venezuela. Primero fue el incidente que se presentó a finales de 2002 cuando Mariana Páez y Marco León Calarcá (quienes manejaron la oficina internacional de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que operó en México hasta 2001) en un foro bolivariano realizado en la Asamblea Nacional en Caracas.

Luego, la ruptura de relaciones por la captura de Rodrigo Granda, calificado por la policía colombiana como el “canciller” de las FARC. El insurgente fue capturado en febrero de 2005 en un confuso operativo en Caracas donde se encontraba participando en un congreso bolivariano.

Quizás esa cercanía de Chávez con las FARC, unida a la presión del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, fueron las causas que llevaron a Uribe a aceptar a Chávez como intermediador. Una jugada desesperada que casi le cuesta su prestigio internacional cuando el 21 de noviembre y luego de tres meses de acercamientos decidió apartar a Chávez y Córdoba del proceso.

Uribe fundamentó su decisión en que Chávez había incumplido un compromiso al llamar al comandante del Ejército, general Mario Montoya, para consultarle los nombres de los militares en poder de las FARC. La disculpa de Uribe sonó forzada porque de un lado se sabía que la molestia estaba dada en la insistencia de Chávez de reunirse con Manuel Marulanda (o Tirofijo) el mítico jefe de las FARC. También sonó forzada la pregunta de Chávez: una simple consulta en Google sirve para obtener los listados de canjeables.

Luego comenzó un juego de ajedrez en con las pruebas de vida de los llamados canjeables. El 29 de noviembre, el Ejército interceptó a tres guerrilleros que traían pruebas de supervivencia de varios secuestrados, entre ellos la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt.

El 18 de diciembre, las FARC anunciaron su intención de desagraviar a Chávez y prometieron liberar a Clara Rojas, su hijo Emmanuel y la ex congresista Consuelo González. El 26 de diciembre Chávez montó la “Operación Emmanuel”, que fue calificada coloquialmente en Colombia como “un circo de siete pistas”, en alusión a los siete delegados internacionales nombrados para servir como garantes: Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Cuba, Francia y Suiza.

La presencia de cada país tenía una connotación específica: Francia, porque Ingrid Betancourt tiene nacionalidad francesa; Suiza, por su tradición en la búsqueda de acuerdos humanitarios; Cuba, por su estrecha relación con Fidel Castro; Brasil, por el respeto que le tiene al presidente Lula da Silva; y Argentina, Bolivia y Ecuador, porque han recibido su apoyo económico.

El espectáculo mediático que estuvo marcado por las denuncias de Chávez y las FARC sobre operativos en la zona del Guaviare donde se realizaría la entrega, se truncó el 31 de diciembre cuando Uribe anunció que la guerrilla canceló la liberación de las rehenes porque no tenía en su poder al pequeño Emmanuel. El menor estaba hacía dos años en un albergue del Estado en Bogotá a donde llegó víctima de desnutrición y maltrato.

El jueves las mujeres fueron liberadas. Las palabras del ministro del Interior venezolano, Ramón Rodríguez, al despedirse de los guerrilleros no calaron bien en Colombia: “Camarada, sigan adelante, estamos pendientes de su lucha”.

Sin embargo, los dos mandatarios dieron declaraciones respetuosas y, según el ex canciller Augusto Ramírez, todos salieron ganando. “Ganó Chávez, porque demostró que sí podía realizar la gestión humanitaria de forma prudente. Ganó Uribe porque demostró que no pone obstáculos para la liberación de los secuestrados y tiene voluntad de llegar a un acuerdo humanitario. Ganaron las FARC porque recibieron oxígeno internacional luego de la muerte en cautiverio de 11 ex diputados del Valle”.

Ayer el clima cambió. Chávez puso como requisito para reanudar sus relaciones con Colombia darle a las guerrillas de las FARC y al ELN el reconocimiento político a quienes calificó como “verdaderos ejércitos que ocupan espacio en Colombia”. Tampoco dudó en afirmar que “son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político, que tienen un proyecto bolivariano que aquí es respetado”. Para el gobierno colombiano, la propuesta de Chávez es inaceptable. Simplemente, son terroristas

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