Google

domingo, 6 de enero de 2008

Barack Obama, el hombre impaciente










Sus competidores no le perdonan que con sólo un periodo como senador en Washington haya tenido la osadía de lanzarse a competir con políticos de extensa trayectoria.








Barack Obama sube al escenario. Saluda con una mano, dice “buenas noches” y sus entusiastas fanáticos le responden con aplausos y vítores, mientras le toman fotografías y agitan letreros en los que se lee “Obama ‘08”. No es una noche particularmente especial. Sólo un típico evento de recaudación de fondos para el singular candidato demócrata que sólo tres meses después tendría a Hillary Clinton temblando, y a los republicanos sin saber qué dirección seguir. Es mucho lo que ha ocurrido desde aquella templada noche de octubre en Nueva Jersey, cuando Barack Obama dejó en casa sus trajes perfectos y sus corbatas brillantes, y, vestido con una chaqueta y un pantalón que ni siquiera eran del mismo tono negro, se presentó ante mis ojos como el carismático político que es: un hombre que bebe tranquilidad de una fuente inagotable de autoestima y que maneja sin titubear un discurso bien asimilado. Para entonces, Obama aparecía en todas las encuestas como el precandidato a la presidencia de Estados Unidos que los votantes demócratas preferían... después de Hillary Clinton. También acababan de publicarse los resultados de un sondeo sobre la inclinación de los votantes afroamericanos que apoyan al partido demócrata, y nuevamente la ex primera dama era la candidata que marcaba más puntos.








Un dato que llamó poderosamente mi atención y que no terminaba de creerme, sobre todo cuando me encontré con que negros y latinos se mezclaban prácticamente en la misma proporción con rubios universitarios y matrimonios de raza blanca a la hora de aplaudir a Barack Obama en el espectacular Prudential Hall del Centro de Artes Escénicas de Nueva Jersey. Con las elecciones primarias en marcha desde el pasado 3 de enero, es muy difícil hablar de Barack Obama sin mencionar a Hillary Clinton. La razón es que la ex primera dama de Estados Unidos es el único escollo que el senador de Illinois debe superar para convertirse en el representante del partido demócrata en las elecciones generales del 4 de noviembre de 2008, día en que los estadounidenses escogerán al sucesor de George W.Bush. El termómetro de la popularidadLa ascensión de Barack Obama en los termómetros de popularidad ha sido tan vertiginosa como su breve carrera política. Entre noviembre y diciembre abandonó su puesto en el segundo lugar de las encuestas y pasó a competir con Clinton por los primeros puestos en los sondeos de Iowa y New Hampshire, dos estados cruciales en la campaña política porque en ellos se da inicio a las elecciones primarias para elegir al representante de cada partido. A Hillary la sorpresa de ver a Obama tan cerca de sus dominios numéricos le costó recientemente la renuncia de un asesor político que, en un acto desesperado por recuperar la atención de los votantes demócratas, utilizó el pasado juvenil de Obama para advertirles del peligro que suponía elegir como representante del partido a un hombre que había consumido drogas. Lejos de tener un efecto sobre la imagen del senador, quien había hecho esa y otras muchas confesiones en su libro de memorias titulado Dreams From My Father: A Story of Race and Inheritance (Los sueños de mi padre: Una historia de raza y herencia), el comentario fue recibido como una jugada sucia. Y Hillary no sólo perdió a su asesor, sino que tuvo que pedir disculpas a su oponente. Y es que no es su coqueteo juvenil con la cocaína ni el color de su piel, ni tampoco el hecho de que como precandidato presidencial ha adoptado una posición menos comprometida con temas controversiales que requerían de su voto en el Senado, lo que sus adversarios le critican a Obama. Lo que sus competidores no le perdonan es que a sus 46 años —Obama es el más joven de los precandidatos, demócratas y republicanos, que hoy aspiran a ocupar el salón Oval de la Casa Blanca- y con sólo un periodo como senador en Washington, haya tenido la osadía de lanzarse a competir con políticos que llevan décadas ocupando puestos muy cercanos al poder gubernamental. “La falta de experiencia política del senador Obama”, es la muletilla que la campaña de Clinton utiliza para atacarlo, y que sale cada vez que el tema de política exterior aparece en el panorama. Y Obama se defiende en cada ocasión diciendo que la “experiencia política” de quienes han ocupado la Casa Blanca en los últimos ocho años, ha traído división y dolor al pueblo estadounidense. Léase las guerras de Irak y Afganistán, a las que Obama se opuso cuando era legislador en el senado de Illinois. Por otra parte, es su postura fresca dentro del rancio ambiente del Capitolio y el hecho de pertenecer a una generación nueva de políticos lo que gusta a sus seguidores. “Obama tiene buena visión y es carismático”, me dijo Sharon Kelly, una mujer de unos 60 años que asistió con su marido al evento de Nueva Jersey. “Creo que no había sentido tanta energía desde las elecciones de 1960 cuando John Kennedy era el candidato demócrata”. Kelly, quien viajó desde Connecticut para escuchar a Obama, es de las personas que desestima la acusación sobre la falta de experiencia política de su candidato. “Si indagas en la historia de otros de nuestros grandes líderes, como Abraham Lincoln y Kennedy, que también era un senador joven y no tenía demasiada experiencia, el caso es el mismo. Aceptémoslo, la experiencia no nos ha llevado muy lejos”. El padre africano que le abandonóMucho antes de que Barack Obama anunciara su postulación oficial como precandidato presidencial por el partido Demócrata —lo que ocurrió en febrero de 2007— los medios de comunicación ya buscaban en él los elementos que pudieran convertirlo en el próximo presidente de Estados Unidos.





De las muchas cosas que se dijeron de Obama cuando empezaba a vislumbrarse la posibilidad de que se convirtiera en el primer gobernante afroamericano en regir la nación, una frase en particular dejaba perplejo a quien no estuviera familiarizado con la exótica historia personal del senador: “Obama no es lo suficientemente negro ni lo suficientemente blanco”. Y es que Barack Obama ha puesto de manifiesto que en Estados Unidos no es suficiente tener la piel negra para que te consideren uno de ellos. La comunidad afroamericana estadounidense, que se comporta como una sola persona a la hora de votar, exige de sus miembros ciertas características que Obama no tiene. Barack Obama no cumple con el perfil del afroamericano típico: escapó de la marginación social y económica. Un aspecto que, por otra parte, le ha hecho ganar la profunda simpatía de un sinnúmero de votantes blancos que le agradecen que no les haga sentir culpables con historias pasadas de segregación racial. Nacido el 4 de agosto de 1961 en Honolulu, Hawai, fue el único hijo del matrimonio interracial que conformaron Ann Dunham, originaria de Kansas, y Barack Hussein Obama, uno de los primeros africanos que salió de Kenia a estudiar en suelo estadounidense tras años de colonialismo inglés.


Los padres del hoy candidato presidencial se conocieron en la Universidad de Hawai, donde ambos eran estudiantes. Ann, quien murió a los 53 años víctima de cáncer, al parecer sentía una fascinación especial por las culturas del mundo. Era una mujer idealista y soñadora, que enseñó a su hijo a respetar a todos por igual. Del padre de Obama se sabe que era un hombre brillante, pero que no logró compaginar su educación tribal adquirida en Kenia, donde ayudaba a su padre a cuidar ganado y donde las mujeres son parte de una comunidad liderada por un solo hombre, con la responsabilidad de una familia. Cuando Obama tenía dos años, su padre obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Harvard y no volvió a Hawai. Años más tarde regresó a Kenia y allí formó sucesivas familias. Aunque ocupó puestos como funcionario, no fue capaz de mantener una estabilidad laboral y económica. Murió en un accidente automovilístico cuando el hijo que había abandonado era un estudiante universitario. Barack Obama creció en Hawai en un ambiente cómodo, protegido por su madre y sus abuelos maternos.



Cuando tenía seis años, su madre se enamoró de un estudiante de Indonesia. Se casó con él y después de unos años en Hawai, el nuevo esposo de Ann se vio obligado a regresar a Jakarta por razones políticas, donde eventualmente se trasladó toda la familia. Aunque todavía era un niño, Obama considera sus años en Indonesia como una de sus experiencias más ricas. Ann, sin embargo, consideró que su hijo debía volver a terreno americano a completar su educación, y Barack regresó a Hawai donde asistió a una academia en la que estudiaban principalmente blancos. Llegó a ser el único estudiante negro de su clase, y adoptó el apodo de “Barry”, un nombre más a tono con la idiosincrasia que le rodeaba. La diversidad cultural a la que Obama se vio expuesto mientras vivía bajo la burbuja familiar de los Dunham, generaron un carácter compasivo y conciliador. Ya de adulto sintió la necesidad de conocer esa porción de sí mismo que su padre no le había enseñado. Emprendió un viaje a África para conocer a su otra familia; sus medios hermanos y la tierra de sus abuelos paternos. De allí nació su libro Dreams of My Father y una especie de reconciliación con una herencia que no había recibido de primera mano, pero de la que Obama se siente particularmente orgulloso y que ha aprendido a explotar con habilidad. El camino hacia el estrellatoEl lanzamiento oficial de Barack Obama hacia el estrellato político ocurrió el 27 de julio de 2004, durante la Convención Nacional Demócrata que se celebró en Boston para proclamar a John Kerry y a John Edwards como los candidatos a la presidencia y vicepresidencia de Estados Unidos. Un elegante y confiado Obama apareció en el escenario para dar el discurso de apoyo a Kerry y a Edwards. Empezó por presentarse a sí mismo al hablar de sus padres.


También habló de una nación dividida formada por gente buena que debía estar unida. Y lo hizo con convicción y sin titubear. Tres años después, el discurso de aquella tarde de julio es considerado como un hito en la historia del partido demócrata. Sharon Kelly lo recuerda bien. “Recuerdo haberlo escuchado en las últimas elecciones y preguntarme, ¿de dónde salió este hombre?”, dice. Y no estaba sola: esa pregunta se la hicieron miles de estadounidenses cuando Obama terminó de hablar. El curriculum profesional y personal era fácil de conseguir: Joven político educado en la Universidad de Columbia (Nueva York), graduado más tarde en la Escuela de Leyes de la Universidad de Harvard (Massachussets). Ejerció como abogado especialista en derechos civiles en Chicago y realizó trabajos comunitarios en zonas empobrecidas de Illinois. Empezó su carrera política como senador en ese mismo estado, un puesto que ocupó durante ocho años. En el 2004 se lanzó a competir por un espacio en el Senado de Estados Unidos y lo consiguió, convirtiéndose en el tercer afroamericano en representar a un estado de la nación en el Capitolio. Está casado con Michelle Robinson, también abogada, con quien tiene dos hijas, de 9 y 6 años de edad. Sin embargo, el animal político que es Barack Obama y que en el 2004 apenas empezaba a darse a conocer al resto del país, era más difícil de vislumbrar. Tres años después, la gente lo percibe como el más transparente de los precandidatos demócratas y es el que más simpatía genera. Sus seguidores se identifican con su mensaje conciliador —Obama propone acercarse a los enemigos, rescatar la imagen de Estados Unidos y restaurar la fe de los estadounidenses en su gobierno— y le aplauden que defienda sus sueños de crear un plan de salud que alcance a una gran mayoría de estadounidenses y de comprometer a su país en la cruzada contra el calentamiento global. “Creo que tiene unas magníficas cualidades como líder”, me dijo Dick Mansfield, otro demócrata comprometido con Obama que encontré en Nueva Jersey. “Tiene la habilidad de unirnos como país y demostró su buen juicio al no apoyar la guerra en Irak mientras todos lo hacían. Pero creo que también es su personalidad y carácter lo que me atrae; es confiable, fuerte y le preocupa el país”.








El periodista David Mendell, quien empezó a cubrir la carrera política del senador como reportero del Chicago Tribune y lo siguió durante varios años, finalmente publicó el libro Obama: From Promise to Power, en el cual ha procurado recoger la parte de la historia del candidato que este no cuenta en los libros que ha escrito: (En el 2006 Obama publicó The Audacity of Hope: Thoughts on Reclaiming the American Dream). Mendell describe a Barack Obama como un hombre en posesión de un “permanente sentido de justicia social y económica” y como una persona seria y considerada aunque “ocasionalmente ingenua”. El autor considera a Obama un político “excepcionalmente dotado”, un hombre “extraordinariamente ambicioso y competitivo, con un encanto persuasivo y un alcance profesional que no parecen tener límites”. Pero Mendell también piensa que el público no conoce su lado oscuro, “su naturaleza imperiosa, voluble, pretenciosa e irritable, cualidades exacerbadas por la enorme presión profesional que se ha impuesto a sí mismo”. Ante sus seguidores, Obama confiesa que se levanta todas las mañanas recordando que no es perfecto y que necesita ayuda para cumplir sus sueños. Y también confiesa ser impaciente; el hombre con el sentido de urgencia que, según él, Estados Unidos necesita. “Estoy impaciente porque haya un sistema de salud para todos. Tenemos que restaurar nuestros valores y nuestras ideas.








Yo puedo unir a los estadounidenses, pero no puedo hacerlo solo”, dice. El mensaje de Obama responde a lo que él describe como “el cambio que el pueblo estadounidense pide”. En otras palabras, nada que huela a la dinastía Bush de los últimos ocho años. Sharon Kelly y Dick Mansfield, como muchos analistas políticos en Estados Unidos, piensan que el rechazo que los republicanos y muchos votantes independientes sienten por Hillary Clinton es tan fuerte, que a la hora de las elecciones generales, los demócratas perderían con ella votos de personas que estarían dispuestos a inclinarse por el partido contrario a Bush. Algo que, según esos mismos analistas, no ocurriría si Barack Obama fuera el candidato de los demócratas, porque, dicen, los indecisos, los independientes y los republicanos con ganas de olvidar al actual inquilino de la Casa Blanca estarían dispuestos a darle su voto a la opción fresca que Obama representa. “Esta es nuestra elección para perder”, me comentó Mansfield. “Y con Obama creo que podemos ganarla”. La batalla política ha empezado. Pero todavía está por verse si de verdad el hombre impaciente es parte del sueño de los estadounidenses.








El lado oscuro del candidato incluye una naturaleza imperiosa, voluble, pretenciosa e irritable.
Junto a Oprah Winfrey logró en diciembre uno de los eventos de campaña más publicitados. Los jóvenes demócratas universitarios favorecen a Obama, el resto prefiere a Clinton, según un estudio de Harvard.

0 comentarios:

Powered By Blogger
Peru Blogs Blogalaxia Unión de Bloggers Hispanos