Segundo domingo de mayo: Día de la Madre es celebrado en más de 40 países. Esta fiesta comenzó en la Grecia Antigua. Pero el festejo en nuestros días se lo debemos a una voluntariosa estadounidense llamada Ana Jarvis, quien perdió a su madre siendo una niña.
El “Día de la Madre” es una oportunidad para reflexionar sobre el delicado estado de la maternidad en estos momentos -tasas decrecientes de natalidad, poco esfuerzo de la sociedad por dar cabida a los niños y compatibilizar los numerosos roles de las mujeres- y, más que nada, mucho reconocimiento en el papel pero poco en la realidad de una de las experiencias más maravillosas que puede vivir la mujer.
Más allá de las cifras, los sesudos análisis y las profundas reflexiones, nadie puede negar que "madre hay una sola" - como dice la célebre frase -, y que es ella quien mantiene el hogar como tal: como un lugar lleno de afecto, delicadeza, ternura y cuidado. Que es a ella donde primero acudimos los hijos cuando tenemos problemas; que es la única que sin preguntarnos sabe qué nos pasa y, aunque nos enojemos, siempre podemos contar con ella. Y que, por más errores que cometamos en nuestras vidas, siempre estará ahí para recibirnos de nuevo.Por eso, se merecen más que una flor, un perfume o un regalo. Se merecen que cada día les demostremos cuanto las queremos y que les digamos qué tan importantes son en nuestras vidas.
Las celebraciones por el Día de la Madre se iniciaron en la Grecia antigua, en las festividades en honor a Rhea, la madre de Júpiter, Neptuno y Plutón.
Durante el siglo XXVII en Inglaterra comienza una celebró un día llamado "servir de domingo", denominada "Domingo de Servir a la Madre" en la cual se honraba a las madres de Inglaterra y los criados tenían permiso y el día pagado para ir a visitar a sus madres.
En aquel tiempo muchos de los pobres de Inglaterra trabajaban como criados para los ricos. La mayoría de los trabajos estaban lejos de sus hogares, y los criados vivían en las casas de sus patrones.Esto fue una gran alegría para los criados que les pagaban su día de trabajo y podían volver a la casa de sus familias y pasar el día con sus mamás.
Después se comenzó a preparar una torta especial, llamada la torta "servir a la madre" y que se hacía para celebrar ese día como un acto festivo en honor de las madres.Pero el festejo del Día de la Madre en nuestros días se lo debemos a la estadounidense Ana Jarvis, nacida en Filadelfia, quien luego de perder a su madre prematuramente, en 1905, se obsesionó por rendirle tributo a esa mujer que tanto recordaba y anhelaba.
Se dedicó a escribir a maestros, religiosos, políticos, abogados y cuanta personalidad se le ocurrió, para que apoyaran su proyecto de celebrar en todo Estados Unidos el Día de la Madre en el aniversario de la muerte de la suya, el segundo domingo de mayo.
Y lo logró... pero después de cinco años. Tuvo muchas respuestas, y en 1910 ya era celebrado en casi todo el país. Más tarde, el Congreso de EEUU tomó la iniciativa y presentó un proyecto de ley a favor de esta celebración en todo el país.En 1914, luego de deliberar y aprobar el proyecto, el Presidente Woodrow Wilson firmó la petición que proclamaba el “Día de la Madre” como día de fiesta nacional, que debía ser celebrado el segundo domingo del mes de mayo.
Posteriormente otros países se fueron sumando a la celebración y Ana Jarvis pudo ver a más de 40 países de diferentes partes del mundo en este acontecimiento sentimental que no tenía otro fin que rendir homenaje y enaltecer a ese ser que da parte de su ser para dar vidas, y aún su vida por el fruto de sus entrañas.
El “Día de la Madre” es una oportunidad para reflexionar sobre el delicado estado de la maternidad en estos momentos -tasas decrecientes de natalidad, poco esfuerzo de la sociedad por dar cabida a los niños y compatibilizar los numerosos roles de las mujeres- y, más que nada, mucho reconocimiento en el papel pero poco en la realidad de una de las experiencias más maravillosas que puede vivir la mujer.
Más allá de las cifras, los sesudos análisis y las profundas reflexiones, nadie puede negar que "madre hay una sola" - como dice la célebre frase -, y que es ella quien mantiene el hogar como tal: como un lugar lleno de afecto, delicadeza, ternura y cuidado. Que es a ella donde primero acudimos los hijos cuando tenemos problemas; que es la única que sin preguntarnos sabe qué nos pasa y, aunque nos enojemos, siempre podemos contar con ella. Y que, por más errores que cometamos en nuestras vidas, siempre estará ahí para recibirnos de nuevo.Por eso, se merecen más que una flor, un perfume o un regalo. Se merecen que cada día les demostremos cuanto las queremos y que les digamos qué tan importantes son en nuestras vidas.
Las celebraciones por el Día de la Madre se iniciaron en la Grecia antigua, en las festividades en honor a Rhea, la madre de Júpiter, Neptuno y Plutón.
Durante el siglo XXVII en Inglaterra comienza una celebró un día llamado "servir de domingo", denominada "Domingo de Servir a la Madre" en la cual se honraba a las madres de Inglaterra y los criados tenían permiso y el día pagado para ir a visitar a sus madres.
En aquel tiempo muchos de los pobres de Inglaterra trabajaban como criados para los ricos. La mayoría de los trabajos estaban lejos de sus hogares, y los criados vivían en las casas de sus patrones.Esto fue una gran alegría para los criados que les pagaban su día de trabajo y podían volver a la casa de sus familias y pasar el día con sus mamás.
Después se comenzó a preparar una torta especial, llamada la torta "servir a la madre" y que se hacía para celebrar ese día como un acto festivo en honor de las madres.Pero el festejo del Día de la Madre en nuestros días se lo debemos a la estadounidense Ana Jarvis, nacida en Filadelfia, quien luego de perder a su madre prematuramente, en 1905, se obsesionó por rendirle tributo a esa mujer que tanto recordaba y anhelaba.
Se dedicó a escribir a maestros, religiosos, políticos, abogados y cuanta personalidad se le ocurrió, para que apoyaran su proyecto de celebrar en todo Estados Unidos el Día de la Madre en el aniversario de la muerte de la suya, el segundo domingo de mayo.
Y lo logró... pero después de cinco años. Tuvo muchas respuestas, y en 1910 ya era celebrado en casi todo el país. Más tarde, el Congreso de EEUU tomó la iniciativa y presentó un proyecto de ley a favor de esta celebración en todo el país.En 1914, luego de deliberar y aprobar el proyecto, el Presidente Woodrow Wilson firmó la petición que proclamaba el “Día de la Madre” como día de fiesta nacional, que debía ser celebrado el segundo domingo del mes de mayo.
Posteriormente otros países se fueron sumando a la celebración y Ana Jarvis pudo ver a más de 40 países de diferentes partes del mundo en este acontecimiento sentimental que no tenía otro fin que rendir homenaje y enaltecer a ese ser que da parte de su ser para dar vidas, y aún su vida por el fruto de sus entrañas.
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